sábado, 6 de octubre de 2007

Segundo vómito

Antes que nada, para aclarar las cosas en este relato, llamaré “chupar” al acto de ingerir todo tipo de bebidas alcohólicas y no al acto que se malpiensa al escuchar esa palabra (estúpidos).

Yo no soy de los que chupan hasta vomitar, en calidad de borracho solo he vomitado dos veces, tal vez una más que no me acuerdo. Pero las otras dos jamás las voy a olvidar por vergonzosas que fueron.

Recuerdo un tono de la facultad de arte en mochileros, donde el alcohol no dejaba de circular por mi sangre. Esa fue la segunda vez. Estuve parado todo el tiempo, nunca me senté y ya habíamos chupado demasiado cuando Armando habló, y nunca olvidare lo que dijo: “el que se siente se va a ir a la mierda”. Me explicó una chuchada que no me acuerdo, pero en resumen era que si chupabas parado un buen rato y luego te sentabas, te morías. Yo nunca había escuchado eso.

Nos quitamos del tono como a las tres de la madrugada para ir al Free Lounge, era el cumpleaños de una amiga y otra vez no me senté y seguí chupando hasta que mi cuerpo no respondía a mis órdenes y mi vista se retrasaba por cinco segundos. Hora de quitarse.
Me fui solo y tomé el primer taxi que encontré, estaba hecho una porquería, pero más o menos estable. Solo quería llegar a mi casa en ese momento. Ya había chupado lo suficiente como para que mi audio y video empezaran a borrarse. No tardaron en hacerlo, solo me acuerdo dos momentos en el taxi. El primer momento fue cuando reaccione con unas nauseas jodidamente espantosas, estábamos en la costa verde y no podía dejar de mirar los faroles, tenía que concentrarme en no perder la conciencia y en no morir. Las nauseas no me dejaban en paz, y menos aun cuando me percaté que estaba sentado, y mucho menos aun cuando resonaban las palabras de Armando: “el que se siente se va a ir a la mierda… a la mierda… a la mierda”. Lo odié.
Ya no pude seguir aguantando el buitre, abrí la ventana, saque la cabeza y vomité. Al menos eso creí hasta el segundo momento que recuerdo. Cuando llegué a la puerta de mi casa me cogió por los huevos la realidad. Nunca abrí la ventana del taxi para vomitar, ni siquiera me asome hacia la derecha, tenía sólo un poco sobre mi ropa, el resto se lo estaba limpiando el taxista de su brazo y camisa. No dude un segundo en darle un billete de diez soles mientras me sentía el hombre más conchudo y sin vergüenza de la tierra al esperar que me diera el vuelto. Nunca entendí porque no me dijo nada, tal vez me puteo y jamás lo escuché. Si yo hubiera sido el taxista, me hubiera sacado la mierda y me tiraba en la costa verde mientras avanzaba el carro, no sin antes robarme todo lo que tenía y mentarme mil veces la madre.
Pero ya habíamos llegado y no me dijo nada. Yo sólo dije: “perdón” y me bajé.
.
.

jueves, 4 de octubre de 2007

El baño del terror

Al principio solo parecía un baño sucio. Muy sucio. Digamos extremadamente asqueroso. Por dios que es una mierda ese lugar.
Cuando nos mudamos a la nueva oficina, algunos inspeccionamos cada rincón. Hay otros que aun no saben de su existencia, mejor para ellos. En el patio de atrás, subiendo las escaleras de piedra, se encuentra el baño del terror. Le pusimos ese nombre mucho antes de descubrir lo que suponemos que pasaba.
Según nuestras investigaciones y debido a que ninguno de nosotros es detective ni nada por el estilo, decidimos ensuciarnos las mentes lo más que podíamos:
- ¡Aquí comían gente!
Eso fue lo más morboso que se nos ocurrió, obviamente antes de comerse los cuerpos se violaban los cadáveres y se tomaban fotos. Felizmente (para mí) no hay evidencia de eso.
Antes de entrar nos percatamos que la puerta del baño se cerraba por afuera, no había forma de cerrarla por adentro.

La chapa estaba malograda y tenía un cerrojo que a simple vista podía notarse que había sido forcejeado desde adentro, como si alguien hubiera intentado escapar del baño forzando la puerta desde adentro.
- ¡Conchasumadre! ¡Aquí encerraban gente!
Nuestro asombro fue aun más grande cuando al abrirla vimos que estaba rota, hundida como dejando un golpe seco de un puñete, un golpe que darías con tu último aliento queriendo salvar tu vida de lo que no sabes que te espera.
- ¡A la mierda! ¡Alguien quiso salir de aquí!

.
El olor que salía del baño era espantoso, comparado con lo que es ahora, que han intentado limpiarlo sin éxito.
Yo no puedo aguantar mucho tiempo dentro de ese baño, se me escarapela el cuerpo de pensar que la puerta se va a cerrar sola y que me van a comer y violar mi cadáver para luego tomar fotos y colgarlas en internet y salir calato.
Todo se ve asqueroso, como si no hubieran entrado hace muchísimo tiempo. Como si al morir te dejaran pudriéndote por años de años. Así se ve el baño. Podrido y carcomido por el miedo. Todo antes habría sido de porcelana blanca, ahora un color marrón-rojizo-amarillento invade todo, invade el lavatorio con agua empozada desde sabe dios cuando, invade la ducha hongeada, invade el wáter, la tapa y el tanque roto verticalmente que nos sugiere un infructuoso ataque de “algo”.
.
.

En una de nuestras investigaciones, bajamos la tapa del wáter y encontramos rastros de arañazos desesperados hechos con algo que aparentaba ser un cuchillo, no sabemos cuál es la razón de esos rasguños ni porque en ese lugar donde no habrían hecho daño a nadie.
Todavía no nos explicamos muchas cosas del baño del terror. Como el por qué nunca lo limpiaron. Tal vez todo aquel que quería limpiarlo, se moría a los 7 días, o desaparecía, o se volvía loco. O por puta madre que se yo, pero sigue en el mismo estado asqueroso desde que comían gente.
Espero que con estas fotos puedan descubrir algunas pistas que me ayuden a entender que chucha pasó aquí!
.
.